El punto de partida es la estridencia de una soledad que sé definitiva. Pertenezco a los desheredados, a los que han sido prohibidos y arrastran los pies y el alma buscando respuestas... y llegan siempre tarde. Soy de esa clase de ser vivo que desmenuza el tic tac de los relojes y mira el reverso de las nubes y los charcos, arrojando puñados de porqués, montones de porqués por donde pasa, alimentando a los cuervos. Camino descalza y apenas cubierta de un montón de virtudes que no sirven para nada: Olvidar las cosas, decir siempre algo inopurtuno, tener una cara que no sabe disimular y un nombre que se olvida facilemente. Tengo un agujero que suele resultar curioso, en el bolsillo de mi corazón... y unas manos que sólo alimentan cuando crean y mientras tanto, se dedican a robar desesperadamente caricias o a hacerme agonizar de inanición. Soy humana. Supongo que ese es el punto de partida. Nada diferente a ti.
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